Primero, el presidente del Barcelona, Sandro Rosell, y después, el directivo de relaciones institucionales del Real Madrid, Emilio Butragueño. El conductor del acto pidió seguidamente la presencia del representante del tercer clasificado y le tocó el turno al presidente del Valencia, Manuel Llorente. Al cuarto de la última Liga, ni nombrarlo. El Málaga fue ninguneado claramente por la Federación Española, que reclamó que se acercara a los bombos el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo. Y luego, el del Getafe (Ángel Torres), el del Deportivo (Augusto César Lendoiro) y el del Celta (Carlos Mouriño). Los emisarios del Málaga, como si no estuvieran. El consejero consultivo, Francisco Martín Aguilar, y el director de Desarrollo y Negocio, Vicente Casado, tuvieron que conformarse con el mínimo protagonismo de recibir el premio al Juego Limpio, obtenido por el equipo la pasada temporada junto al Barcelona. El hecho de no tener un miembro en la junta directiva o a su presidente en el acto en Las Rozas podría servir de excusa, pero el argumento se cae por su propio peso. Butragueño no es ni lo uno ni lo otro.

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