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18 Abr 2013, 20:21
Hola amigos. Escribí un artículo que me gustaría compartir con vosotros y plantear un tema a partir de él para entre todos recordar otros momentos históricos del club.
No sé si como auto-justificación a sentirme un niño al llorar como tal en Dortmund -de hecho me sigo emocionando cada vez que pienso en la cara de mi padre tras el 0-1- o como puro desahogo, pero desde que volví de allí necesitaba escribir esto, como una especie de homenaje a todos los que, como yo, desde Alemania, Málaga o cualquier parte del mundo, lloramos de alegría, de impotencia y de orgullo en un mismo día. Os copio el artículo que me publicaron hoy en La Opinión de Málaga, ojalá os guste:
El llanto alegre de un himno
Escribió en una ocasión Alejandro Casona que el llanto es tan saludable como el sudor y resulta más poético. En Dortmund, las lágrimas de los malagueños dibujaron la poesía más bella que cualquier enamorado de este club jamás pudiese imaginar. Quedaban diez minutos para el saque inicial. No se había oído aún el himno de la Champions y tampoco se había descubierto el maravilloso mosaico de los aficionados rivales en una locura de nombre muro. En ese instante, sin embargo, mis ojos se empañaron sin preguntar. Empezó a sonar el «You´ll never walk alone», esa oda al fútbol con aroma a Anfield y a Celtic Park, el himno más emotivo y el más lejano al mismo tiempo para cualquier aficionado al Málaga. Como si la historia nos saludase y nos invitase a participar en aquella fiesta, como un grande más. Me convencí de que mi equipo no podía hacerme más feliz que justo en ese momento. Y pensé. Y recordé. Me reí de aquellos que hablaban de infierno antes del partido. Infierno era la agonía de remontarle al Vecindario. Infierno era depender del Beasaín. Infierno era aquella lluvia contra el Jerez de los Caballeros. Aquello no podía serlo en ningún caso, bajo ningún resultado. Más bien parecía el mismísimo cielo con algo de ruido adverso. «Cuando camines a través de la tormenta, manten la cabeza alta y no temas por la oscuridad. Al final de la tormenta encontrarás la luz». La música seguía sonando y yo miraba de un lado a otro. Bufandas al viento. Algunas nos vieron pasar por Tercera, Segunda B, Segunda, Primera, Intertoto y UEFA antes de abrigar cuellos de Champions. ¿Qué bufanda puede haber sentido emociones tan extremas?
El mundo se había parado en aquella canción de poco más de dos minutos y cuarenta segundos, el tiempo que necesitaron Isco y su Málaga para ganarse el respeto del Viejo Continente en el partido inaugural frente al Zenit. La orgía del primer toque. ¿Vio alguna vez La Rosaleda más fútbol que en aquellos primeros 20 minutos europeos? Siempre pensé que, si el guión de este cuento de hadas llamado historia del malaguismo se hiciera película, la última escena tenía que haber sido ésa. Tras la tormenta, los rumores, las ventas, las críticas, los comentarios injustos, los hipócritas clichés. Tras pasar en semanas de anhelos millonarios a disputar la previa con un niño de 16 años de titular. Tras resistir lo resistido, soportar lo soportado y acabar sintiéndonos más orgullosos y hasta más fortalecidos. Aquel 2-0 en 20 minutos de escándalo con avalancha de ocasiones y un juego de ensueño parecía el final más feliz. Fundido en negro con el comentarista, Sarabia, exclamando un «¿pero qué es esto?» de pura incredulidad.
Ahora sé que no tenía que ser así. Nos hubiéramos perdido lo mejor del relato. No sé cuándo acabó el «You´ll never walk alone» y cuando comenzó el partido porque mis lágrimas, las de todos, acabaron entrelazadas. El primer gol no se cantó, simplemente se lloró. Jamás vi un llanto de mi padre, uno de esos que lo han vivido absolutamente todo con este equipo, relacionado con el deporte. Joaquín le hizo quitarse las gafas para secarse los ojos. El segundo fue más salvaje, más catártico, pura consecuencia de los 45 minutos más intensos de nuestras vidas en una grada. «Si le hubiera cortado las alas habría sido mío, no habría escapado. Pero entonces hubiera dejado de ser pájaro. Y yo al que quería es al pájaro» Como en Txoria txori, poema cantado en euskera de Mikel Laboa, probablemente esa película imaginada debió finalizar en el minuto 91. Pero entonces€ simplemente no seríamos el Málaga. Y nosotros al que queremos es al Málaga.
Malditos dos goles. Malditos fueras de juego. Maldita impotencia aquella. El descuento más gris, el llanto más descontrolado. Desconsuelo. Las lágrimas cambiaron de signo, los abrazos buscaban una explicación y las miradas al infinito pedían un porqué. Todo tan extremo, todo tan cruel€ y a la vez tan mágico. Un sueño real, porque ese «You´ll never walk alone» lo había oído yo, lo habían cantado los más de 2.000 malaguistas, lo había visto Málaga entera por la televisión. Y sólo por eso, por esa dichosa canción, todo había merecido la pena.
«Sigue caminando, sigue caminando, aunque tus sueños se vean sacudidos y hundidos», gritamos al cielo antes del partido. Aunque Santana, el antihéroe Platini o el burlón destino€ quien sea, los pisotee y los rompa. Sigue caminando, Málaga. Sigue emocionándote porque nada puede llenar más que ser de este equipo tan adicto al cielo y al infierno a la vez. No olvides sonreír porque nunca hubo mayor causa de llanto que la de no poder llorar. Y en tierras alemanas o contra Osasuna, las lágrimas nos unieron más para hacernos mejores. Más fuertes. Más del Málaga. La Champions no concluyó en Alemania sino con el gol de Baptista. La película no acabó en Dortmund sino con nuestras lágrimas de orgullo. ¿Y si rodamos otra?
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A partir de aquí, planteo el tema. ¿Qué otros momentos os hicieron llorar como malaguistas? De rabia, felicidad, tristeza... lo que sea. Yo recuerdo una vez, con 14 años por ahí, poniéndome un vídeo de Canal Sur del día que ascendimos a Primera. Era una especie de resumen del partido con algunas imágenes de la gesta y con el We are the champions de fondo. Acababa con Edgar y Rafa abrazándose, era muy emocionante, jaja.
Los penaltis contra el Cádiz, cuando aún no tenía casi ni conciencia de lo que era el fútbol, los penaltis contra el Sporting de Lisboa, el 1-2 en el Camp Nou o, sin ir más lejos, la emoción sentida el otro día el vídeo de El Día después que recordaba el histórico post-partido que vivimos el pasado sábado tras ganarle al Osasuna. A bote pronto esas. ¿Y las vuestras?
Como comento en el artículo, creo que esas lágrimas, incluso las que tuvieron sabor amargo, nos hicieron más del Málaga y no me arrepiento de ninguna.
Un abrazo :)