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28 Sep 2010, 11:17
¿Qué me importan las críticas y situaciones negativas en las que mi equipo se ve envuelto?
¿Y qué me importa si los artículos periodísticos son o no de mi agrado? Si al fin y al cabo son palabras que pueden acabar contribuyendo a la extra motivación deportiva de los jugadores e influir así positivamente en los resultados.
¿Y qué me importa cuál sea la marca deportiva de mi equipo? Si al final es la presencia de ese escudo en el pecho la que otorga valor a la camiseta.
¿Y qué me importan las mofas de las aficiones rivales hacia nuestra directiva? Si a nosotros solo nos debe importar animar a los nuestros, sin desviar la mirada al resto.
¿Y qué me importa no comulgar con las ideas y opiniones del compañero de al lado? Si en realidad debería sentirme unido a él por compartir la misma pasión.
¿Y qué me importa que mi amigo del alma, por carencias económicas, no haya podido renovar su abono? Si sé que ese asiento que a mi lado ha dejado vacío sigue ocupando su nombre.
¿Y qué me importa que el trabajo me impida presenciar de un partido del Málaga algún día? Si sé que hay otros muchos a los que la distancia les impide disfrutar de este bendito equipo domingo tras domingo... Y sé que es precisamente la que les fortalece este sentimiento, la que consigue que no duden en seguir vistiendo la blanquiazul cada semana y luciéndola allá a donde van.
¿Y qué me importa que el nombre de mi ciudad no ocupe nunca puestos altos en la clasificación? Si a mí lo que realmente me hace feliz estar a tu lado, saboreando cada victoria e indignándome en cada derrota... Sabiendo que estamos lejos de convertirnos en un equipo magno en algunos sentidos, pero disfrutando de tus hazañas, ya puedan calificarse de positivas o negativas, pero son tus hazañas, las hazañas del equipo de la tierra que me vio nacer, las hazañas del Málaga, de mi Málaga.
¿Y qué me importa que haya seguidores de otros equipos en mi ciudad? Si yo soy feliz sabiendo que no soy la única a la que le da un vuelco al corazón cada vez que entro en mi habitación y observo la bufanda de mi Málaga presidiendo la pared. ¿Qué me importan los sentimientos de esas personas? Si yo no puedo evitar derramar una lágrima al recordar el pundonor con el que aquel familiar, que en su día se marchó al más allá, me inculcó el malaguismo. Inexplicable sentimiento, satisfacción máxima, idéntica a la que tú mismo percibes al ver el entusiasmo con el que esa criatura de corta edad a la que has enseñado el himno del Málaga lo canta con intención de que se oiga en todo el mundo, lejos de sentir el más mínimo vestigio de rubor.
¿Y qué me importa si no venciste ayer, querido Málaga? Si a mí no me hacen falta victorias para recordarte que mi pasión por ti es infinita.