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La Liga de los Cadáveres exquisitos

04 Ago 2013, 14:13

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Soñemos con "Un Mundo Feliz". Un orbe sin guerra, sin pobreza, sin niños deshidratados con abdómenes abultados, al borde de la inanición. Un mundo ideal en el no se acepte como dogma que la razón vital de los peces pequeños sea servir de alimento a grandes depredadores. Un mundo perfecto donde avanzar no sea sinónimo de pisar cabezas, acumulando cadáveres en el camino. No existe aún una realidad parecida. Mas no hemos de ser fatalistas y genuflexos e intentar poner todo de nuestra parte en la lucha por el cambio justo.

En el mundo actual, la perfección se antoja lejana. No hay distancias siderales que puedan calibrar la lejanía, sean años luz, pársecs o unidades astronómicas. Los bancos acumulan ganancias y siguen sin dar créditos, mientras los ciudadanos asisten atónitos a los requerimientos en materia de nuevos recortes del FMI. Paralelamente, los pobres apagan la luz, temerosos de la factura. Y los ricos amarran sus yates en un puerto cada vez más exclusivo o gozan de las tiendas más selectas de Paris en George V, Vendôme o Mónaco.

En el mundo del fútbol, el desequilibrio es aún más importante. Reza el lema del salvaje oeste: "la bolsa o la vida". En símil de Lucky Luke, los dos grandes Dalton acaparan la bolsa. Los dos pequeños, la vida, de propina. Sobreviven por la gracia de aquéllos y sus ejecutores benevolentes. Parece que salvar equipos de fútbol arruinados, refinanciándolos eternamente, como no se financian los inmuebles de las familias desahuciadas, granjeará reconocimiento y votos. Más allá del mundo Dalton, no hay vida. Sólo desfilan patéticamente, zombies errantes y sin rumbo.

En el deporte profesional, se aplican mecanismos que intentan igualar las fuerzas de los contendientes. Sin contienda justa, no hay competición. En golf existe el handicap. La NBA es un ejemplo de negocio exitoso durante décadas. La clave, la igualdad obsesiva como motor de la competición.

En la NBA, EEUU, cuna del capitalismo, hay límite salarial e impuesto de lujo. En el draft, los últimos clasificados eligen primero a los mejores novatos de cada año. Y el reparto de TV es absolutamente equitativo. Se venden incluso temporadas enteras por internet, con excelente calidad de visión, para los fans de cualquier equipo. Los partidos quedan grabados y pueden contemplarse en el PC como si de un vídeo se tratara. Todos los equipos, incluidos Celtics y Lakers reciben el mismo dividendo. El reparto en merchandising es similar, perfecto e igual. Y el que afecta a las franquicias que operan en los pabellones parece repartido por Pitágoras. Van todos a una, como en Fuenteovejuna. Su crecimiento es continuo e imparable.

Si en España, un operador, pongamos el franquiciado de siempre, Canal Plus, quiere comprar sólo los partidos de Lakers o Celtics, el comisionado de la NBA no se lo permite. Sólo vende el paquete completo, con partidos de todos.

En el caso de la Premier, más de lo mismo. O paquete completo, o nada. La Premier supera ampliamente en ventas a la Liga española. Y su tendencia, mientras la LFP disminuye expectativas de venta, es a duplicarla. Todos los equipos británicos, hasta los antaño humildes, fichan. En España, todos malviven meciéndose en la cuerda floja del desastre inminente. Sólo la caridad selectiva permite la subsistencia. Según influencias, te amnistían o te aplican garrote vil.

Hizo irrupción Tebas en la LFP afirmando que el modelo de gestión de la Liga española debe ser la NBA. Parecía que el abogado de muchos procesos concursales aportaría justicia y sensatez en un universo regido por privilegios y sinrazón. Pero sus siguientes pasos no parece vayan encaminados en esa dirección. No oculta que la génesis de su programa parte de la hegemonía de FCB y RM y acaba en ellos. El resto, no existen. Y los siguientes pasos de Tebas no igualan las fuerzas contendientes. Al revés, el desequilibrio es mayor, día a día. Y la supremacía de los dos grandes se exhibe sin rubor con fichajes inabordables en el resto del mundo, Premier incluida, mientras los congéneres agonizan.

Con esas premisas, no hay competición posible. La imagen de la película es expresiva. Gladiadores mastodónticos recubiertos de acero, armados de espadas largas y afiladas, movimientos poderosos y definitivos. Enfrente, sparrings escuálidos, alimentados de despojos y prestos a emprender el camino que siguió Gladiator hacia el cielo de los desheredados.

Puestos a hincar la rodilla, hagámoslo con dignidad. Digamos al mundo que no somos cómplices del monstruo ni partícipes del exterminio de la competición. Juguemos con juveniles o hagámoslo tras un calentamiento de diez mil metros a un buen ritmo. Todos los aficionados tienen derecho a disfrutar. Todos, sin excepción. Los humildes, también. Y la humillación no es soportable. Rebelémonos. Seremos cadáveres... Pero exquisitos.

http://sheikviberti.blogspot.com.es/2013/08/la-liga-de-los-cadaveres-exquisitos.html

Re: La Liga de los Cadáveres exquisitos

04 Ago 2013, 16:12

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