En el fútbol profesional conviven De Jong y sus entradas brutales con opuestos como Iniesta o Raúl, casi incapaces de hacer méritos para ver una tarjeta amarilla. Más allá de los elevados intereses que se dirimen en la élite, la educación deportiva cuenta. De ahí que una historia sucedida el pasado fin de semana en un campo del fútbol-base malagueño adquiera mucho sentido como ejemplo de una óptima formación. El protagonista de los hechos se llama Rafael Berdún, aunque se le conoce como Rafa, y es antequerano e integrante del equipo alevín A del Málaga.
El escenario de los hechos fue el campo de El Duende, en San Andrés. El terreno de juego natural de un partido de fútbol en estas categorías se divide en dos para que se disputen al mismo tiempo dos encuentros de fútbol 7, y ese fue el origen del problema. Mientras el Málaga botaba un córner en su partido contra El Palo (2-1 en el marcador a favor de los blanquiazules) se oyó un silbato arbitral procedente del terreno contiguo, lo que confundió a un niño paleño, que detuvo el balón del saque de esquina con las manos en el interior del área. Penalti y posibilidad de que llegara el 3-1 para los malaguistas, dirigidos por Andrés Domínguez. La sorpresa llegó cuando Rafa, que miró de reojo a su técnico, como si solicitara su consentimiento, lanzó la pena máxima con un tiro raso y flojo. Se lo regaló al meta rival. No puso interés alguno en marcarlo. «Es una decisión que tomé en su momento con mi ayudante antes de la temporada. Le hago entender a los chicos que ante todo está la honestidad. Con esa edad es fundamental entender la importancia del respeto al rival», explicó Domínguez a este periódico.
«Si hubiésemos ido perdiendo, lo habríamos hecho igual», añadió. La realidad es que el Málaga se impuso finalmente por 4-1 a El Palo, pero el resultado no estaba asegurado antes de que Rafa lanzara de esa forma ese penalti. «A mí el Málaga no me exige resultados», añade el entrenador de los alevines A del club, y con eso resume de forma muy sintética toda una filosofía.
Seguidor de Apoño
¿Y qué opina de todo lo sucedido el protagonista de los hechos, Rafa? «Con permiso del técnico decidimos tirar el penalti de esa manera. Teníamos que ser deportivos», corroboró este estudiante de sexto de Primaria en las Carmelitas, en Antequera. Curiosamente, es diestro jugando al fútbol, pero es zurdo escribiendo, en una tendencia inversa a algunos deportistas de élite actuales. Como centrocampista que es, su ídolo en el Málaga es Apoño. Ya ha marcado un gol en la Liga y con apenas diez años ha dado ejemplo de saber estar en un terreno de juego a muchos profesionales de élite. En tres años en las categorías inferiores del club de La Rosaleda, pues llegó siendo benjamín, ha demostrado que la experiencia ya le ha permitido aprender mucho.
«Podría haber sido cualquier chaval», aclara Andrés Domínguez. Lo cierto es que esta anécdota, que sin duda se habrá producido en algún otro escenario del fútbol-base local o nacional, sirve de ejemplo para ilustrar lo que debe ser un espíritu deportivo en un terreno de juego. Llama la atención la jerga del joven Rafa, que llamó «amigo» y no compañero al jugador de su equipo que lanzó el saque de esquina.
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