De un tiempo a esta parte parece que gusta que no te guste la Feria, como si el despotricar contra nuestras fiestas, mejores o peores, se hubiera convertido en un deporte abracadabrante; no nuevo: ser aguafiestas siempre ha estado a la orden del día. Hablo en primera persona y con experiencia: soy de los que siempre se ha arrinconado en un bar, criticando la impericia o dudoso gusto del pinchadiscos de turno y, de paso, a los que se dislocaban tibias y peronés al son de una cosa que era tan poca. Hasta que, eureka, decidí quedarme en mi casa, ponerme yo la banda sonora y decidir si brincar o apoltronarme. Feliz desde entonces.
A estas alturas, hay tantos que disfrutan a full de la Feria como otros que emiten públicamente su más enérgica repulsa; una protesta, muchas veces, en un tono preocupantemente despectivo, desde una autoimpuesta superioridad. Y, la verdad, resulta igual de cansino asistir, aburrido, a cómo los demás se divierten que ver a los gruñones, que no entienden cómo los otros son capaces de entretenerse, haciendo público su asombro o enfado. Que suele ser bastante injusto: hay muchos licenciados o proyectos de ellos, o profesionales liberales o jóvenes, como se dice, de bien también por las calles del Centro, pero los cafres maleducados, que también los hay a puñados, son la parte del todo que se coge. Son cosas, en fin, de la generación anti, en contra de en la que estamos inmersos: perdemos más el tiempo en despellejar lo que nos disgusta que en alabar y pasarlo bien con lo que nos gusta. Porque mosquearse es algo que da prestigio.
Me pregunto: ¿pasará esto en Pamplona durante los sanfermines? ¿Habrá navarros tan radicalmente en contra de su fiesta, o es un fenómeno puramente malagueño? ¿Por qué despreciamos lo nuestro, sea como sea lo nuestro –no, no hablo de criticarlo, eso por supuesto–, y miramos con suspiros a otras fiestas? ¿Será que en San Fermín no te encuentras a gente en pleno éxtasis etílico y sexual en la rue, como aquí? ¿Será que en Pamplona los resultados de las malas digestiones de los fiesteros huelen mejor que los de aquí? Por cierto, yo he visto y olido muchas indisposiciones en conciertos de rock y de bandas rockdeluxeras y nadie ha elevado la voz contra la organización de estos recitales por tales efectos colaterales.
Luego están los que quieren meter a la fuerza el folclorismo y el tipismo en nuestra juventud, una empresa tan vana como la del alcalde de Bienvenido Mr. Marshall: crear en la gente la conciencia de que por narices ha de vestirse de corto o de flamenca es, aparte de inútil, una ambición algo coercitiva, escasamente liberal. Así que, nos guste o no, admitámoslo: la gente va a la Feria de Málaga simple y llanamente a pasárselo bien de la manera que considera más oportuna. Hacer el cabra, señores, no está tan feo.
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