La aparición en el escenario político de Podemos ha generado grandes controversias, más desde su éxito en las elecciones europeas del 25 de mayo, cuando alcanzaron 5 escaños. Una formación que ha logrado, en escasos cuatro meses de vida, situarse electoralmente por delante de IU en algunos territorios como Asturias o Madrid, merece sin duda que fijemos nuestra atención sobre ella.
No somos los únicos, pues un amplio espectro de medios de comunicación está sistemáticamente hablando de Podemos, de sus dirigentes y de sus propuestas, llegando en ocasiones a extremos ridículos con el fin de loar o vilipendiar, a partes iguales, al nuevo partido político.
La crítica salvaje a determinadas cuestiones menores de Podemos o sus dirigentes, como la forma de impartir clase de Iglesias o si tal o cual fundación ha firmado convenios con el gobierno de Venezuela, lleva a confundir lo principal y lo accesorio, algo que es muy del interés de una burguesía acostumbrada a manejar los medios de comunicación de masas. Mientras se hable mucho sobre si Pablo Iglesias es guapo o feo, se hablará poco de que su planteamiento republicano es inexistente o, como mucho, timorato, de que sus propuestas políticas no están a la izquierda, sino a la derecha de IU y de que no son “comunistas”, sino un ejemplar muy interesante de la nueva socialdemocracia surgida de la confluencia entre las teorías del socialismo del siglo XXI y los postulados de autores como Toni Negri o Slavoj Zizek. El programa de Podemos le hace tanto daño a los capitalistas como un cuchillo de goma, pero hay interés en que parezca que ese cuchillo de goma es una motosierra.La posición política
Pero, ¿qué es lo que dice Podemos que genera tanto aparente resquemor y tantas acusaciones de unos y de otros? Pues, fundamentalmente, cuestiones que los partidos y estructuras políticas y sociales que sustentan los consensos salidos de la Primera Transición (¿se supone que eso es la casta?) consideraban hasta ahora intocables y que, además, se refieren superficialmente a algunas de las consecuencias más negativas, para la mayoría obrera y popular, de la crisis capitalista.
A pesar de ello, en ningún caso el programa de Podemos plantea medidas que ataquen al modelo capitalista. Proponer la creación de una “agencia pública europea de rating” no implica poner en duda los mecanismos capitalistas que subyacen a la cuestión de la deuda soberana y la compra de bonos estatales por entidades privadas con fines especulativos, sino que simplemente los maquilla. Se parte de la premisa equivocada de que el adjetivo “público”, en la época en que los gobiernos y los Estados se dedican a gestionar los intereses del capital monopolista, es sinónimo de independencia frente a ese capital. Hasta el momento, Podemos no ha hecho más que plantear un capitalismo un poco menos malo, con ciertos elementos que, sin duda, serían coyunturalmente beneficiosos para las condiciones de vida y trabajo de la mayoría social, pero que no afectan al núcleo del problema y, por tanto, no lo resuelven.
Pero es que quizás no lo quieran resolver. Quizás no quieran acabar con el capitalismo, sino mejorarlo, algo que cuadraría muy bien con la base social que sustenta a Podemos y que, ciertamente, carecía de representación específica en el arco político preexistente: sectores de población joven, con formación, a quienes el capitalismo ha fallado al no ser capaz de satisfacer las promesas de empleo cualificado y remunerado y bienestar que ofrecía antes de la crisis. Gracias a la generalización del acceso a la educación entre los 80 y los 90, jóvenes de todas las clases sociales tienen hoy una buena formación que el capitalismo español no es capaz de recompensar adecuadamente. Muchos aspiraban al salto de clase y no ha podido ser, se han visto condenados al encadenamiento de contratos temporales mal pagados, a aceptar trabajos poco cualificados sin vinculación con sus estudios o a la emigración, generándose una especie de proletarización que, en lugar de buscar una alternativa global al estado de cosas, pretende recuperar las expectativas frustradas que se expresan en una conciencia de insatisfacción (indignación) que sólo en parte, en la oposición a las consecuencias más visibles de la crisis capitalista, es coincidente con las posiciones clasistas y revolucionarias.
La existencia de esa base social, hacia la que, por otra parte, el Partido Comunista debe dirigirse, explica, además, otra cuestión: el desconocimiento que muchos de los miembros de Podemos tienen de las luchas desarrolladas antes de su aparición. De la misma manera que ocurría con ciertos sectores del 15M, que hacían gala de un preocupante desconocimiento de las luchas obreras y populares preexistentes, hoy muchos de los representantes de Podemos, sobre todo a nivel local, son absolutos desconocedores de las luchas sindicales, políticas, vecinales y sociales en general de sus municipios, por mucho que Podemos pretenda ser una “herramienta” surgida al calor de los movimientos sociales. Eso es un mito: algunos de sus miembros han surgido de movimientos sociales, de luchas parciales o de organizaciones políticas que ya existían, pero al mismo tiempo un gran sector, llamado a jugar un papel importante en el futuro de esta organización, ha evitado hasta ahora la implicación en las luchas, quizás por no ser éstas acordes con sus planteamientos o por no encontrar en ellas el vehículo adecuado para expresar sus intereses. No se trata de buscar pedigrís de lucha, sino de entender que el movimiento obrero y popular tiene una historia, con sus errores y aciertos, y que pretender hacer borrón y cuenta nueva implica cortar el hilo de organización y, por tanto, las experiencias que permiten avanzar a la clase obrera y a los sectores populares en su lucha.
Por otro lado, llama poderosamente la atención cómo la irrupción de Podemos ha incorporado un elemento al debate político que los y las comunistas tenemos que combatir. Se trata de la “moda” de las “primarias abiertas”, susceptibles de servir tanto para la elección de candidatos a las elecciones como para la elección de puestos de responsabilidad en las formaciones políticas. A los y las comunistas no nos interesa cuál sea la forma de elección de los partidos que representan a unos u otros sectores capitalistas. Entendemos que estas formaciones, dada su práctica habitual de oponerse a la mayoría social por defender intereses contrarios a esa mayoría o de conducir a esa mayoría hacia posiciones de compromiso, opten por darse un barniz democrático que las legitime. Pero negamos que las primarias sean un proceso más democrático, fundamentalmente porque se basan en la popularidad de los candidatos, mediada generalmente por los medios de comunicación de masas que pertenecen, en su mayoría si no todos, a los mismos explotadores a los que combatimos. Candidatos desconocidos pueden ser fabricados de la noche a la mañana por cierto periódico o cierta cadena de televisión, lo que influye enormemente en una opinión pública que tiende, siempre, a decantarse por el más conocido o el más popular, que lo es porque “gusta” o “cae simpático” y no por representar uno u otro programa político o una u otra forma de gestión. Se convierten así estos procesos en espectáculos encaminados a presentar como democráticas unas prácticas basadas en elementos tan poco democráticos y tan manipulables como la telegenia o el márketing.
No caben aquí todos los puntos que habría que tratar sobre este asunto, pero sin duda habrá ocasión próximamente para analizar otros elementos que convierten a Podemos en un ejemplo paradigmático de la nueva socialdemocracia que cambia las formas pero mantiene las esencias: taponar el desarrollo de la lucha obrera y popular por el fin de la explotación del hombre por el hombre.
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